Síndrome del impostor: ¿Qué es y cómo puede afectarme en mi vida profesional?

La mayoría hemos experimentado sentimientos de duda y desvalorización sobre nuestro trabajo en algún momento de la vida. Pero cuando tus logros son resultado de tu conocimiento, trabajo y preparación, y aun así te sientes incompetente, puede ser que seas víctima del Síndrome del Impostor.

Las personas que lo sufren se caracterizan por estar convencidas de que son un fraude, que no merecen el éxito que han conseguido o que son inferiores al resto. El Síndrome del Impostor –también conocido como dismorfia productiva– es un fenómeno psicológico que sufren aquellas personas que no son capaces de reconocer su propio valor.

Al padecer este problema tienen la sensación de no estar a la altura y de no ser lo suficientemente competentes, a pesar de alcanzar numerosos logros académicos y laborales.

¿Cuáles pueden ser las causas? 

Algunas de las causas de este síndrome pueden ser: 

  1. No destacar o no ser valorados dentro de la familia

Tal vez tuviste o tienes padres que han tenido grandes logros en su vida y la presión por no estar a la altura puede ser tan grande que comience a generarte dudas sobre vos mismo. Si, además, en lugar de recibir elogios por los logros conseguidos, nos encontramos con un entorno donde pesa más la crítica por lo no logrado, esto podría favorecer la aparición del Síndrome del Impostor.

  1. Ser demasiado perfeccionista

Aquellas personas que se proponen metas demasiado altas y siempre piensan que lo podrían haber hecho mejor, aunque tengan éxito.

  1. Ser considerados un “genio natural”

Son quienes suponen que todo debe salirles al primer intento o de forma fluida, y se frustran cuando no es así.

  1. Ser alguien demasiado individualista

Escogen hacerlo todo por su cuenta y sin pedir ayuda a los demás por temor a que se evidencien sus supuestas incapacidades.

¿Cómo superarlo?

El objetivo para superarlo es comprender que no es necesaria la perfección absoluta, ya que esto es un imposible que no conseguiremos. Si solo perseguimos la perfección, nunca llegaremos a la consecución de nuestros objetivos, lo que generará frustraciones que pueden tornarse en inseguridades.

Es necesaria una visión realista de uno mismo, aprender a valorarse con objetividad, no dando tanta importancia a las opiniones de los demás, y aprender también a reconocer nuestras limitaciones y capacidades 

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